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Panorama Político: Del “hombre lobo del hombre”, al nuevo contrato social

El filósofo inglés Thomas Hobbes describió en el Leviatán (1651) una sociedad donde todos se mataban entre sí por la supervivencia, por conseguir alimentos o seguridad. Antes que otro le quite y lo mate por conseguir lo mismo que necesita alguien para subsistir, todos querían primeriar, matando por una manzana -un alcohol en gel- y hasta “por las dudas”; el “hombre lobo del hombre”. Así era imposible la vida, así que planteó la creación del Leviatán, figura de animal todopoderoso que reunía la fuerza de todos y al que nadie podía cuestionarlo; era la representación de la monarquía absolutista. En ese “pacto de sumisión”, la sociedad no podía oponerse a una decisión por más injusta que fuese; supuestamente era por el bien de todos. Frente a esta tiranía, el filósofo “contractualista” francés Jean-Jacques Rousseau planteó en 1672 un Contrato Social; éste sí era técnicamente un “contrato” entre iguales, quienes decidían “en condiciones de igualdad” conformar un Estado que rija sus vidas, pero en el cual se reservaban el derecho a rebelarse ante cualquier injusticia, o una decisión que no fuese para el bien de todos. Por ese motivo Ernesto “Che” Guevara llevaba un libro suyo cuando lo detuvieron. Nos encontramos ante esta nueva disyuntiva: o construimos una sociedad para todos y todas, con el nuevo Contrato Social que plantea Alberto Fernández, o el “sálvese quien pueda”, representado en la pandemia del Coronavirus, sacará lo peor de cada uno, como suele ocurrir en situaciones límites y vitales, llevándose a la mayoría, empezando “lógicamente” por los mayores y más desprotegidos.
Tan inédita y extrema es esta situación, que llegamos a ver que ciertos “progres” se quejan por las restricciones individuales; algunos socialistas se han vuelto liberales. A la inversa, aunque no tan extraño porque ante cada crisis los cultores del neoliberalismo y los militantes del “a mí la política no me interesa”, exigen que el Estado les resuelva todos y cada uno de los problemas de las empresas privadas. Ahí están algunas personas de alto poder adquisitivo, que han sido privilegiados con la mejor educación, con posibilidades de viajar por el mundo, desagradecidos, maltratando a las y los trabajadoras/es de Aerolínea Argentinas Sociedad del Estado porque tienen que esperar para descender del avión que, literalmente, les salva la vida. No volvieron por las grandes empresas internacionales de aviación; muchos menos por las “low cost”. No se escucha en este momento quejas por los subsidios que el Estado “gasta para mantener vagos”. Los teóricos de escritorio, pseudo intelectuales comunicadores, no inventan neologismos como “avioneplaneros”, o similares. ¡Es entre todos y todas, “codo a codo”, literalmente!

Los pseudo intelectuales comunicadores no inventan neologismos como “avioneplaneros”, o similares.


No saldremos ni aquí, ni el mundo, ni el sistema capitalista propiamente dicho, igual de como hemos ingresado a esta tragedia. La reconfiguración será de las personas consigo mismas, con sus vínculos más cercanos –hay que compartir todo el día con otro/a o solo/a; los sectores populares en ambientes sin las condiciones de vida básicas y hacinados en un par de metros cuadrados-. Algunas sociedades tal vez se lleven puestos gobiernos que no estén a la altura. El sistema económico capitalista tendrá que reconstituirse, entre la lógica de acumulación financiera parasitaria, o una verdaderamente productivista. Hasta algunos sistemas de gobierno, como la monarquía parlamentaria española está cuestionada. Quienes aún no dimensionan la catástrofe que sucede en Italia, donde el sistema de salud está colapsado y los/as profesionales de la salud no dan abasto a atender a todos, y deben elegir a quién atender, no ven que quienes primero caen son los mayores: en EE.UU., unas 37 millones de personas no tienen acceso al sistema de salud; en América Latina, el continente más desigual del planeta, y en África, el más pobre, ¿quiénes serán los más perjudicados? Nuevamente, quienes se quejan de que un gobierno Socialista aliado a Podemos en España u otro verdaderamente progresista como el argentino restringe las “libertades individuales”, podrían detenerse en lo que sucede en los países donde gobierna la derecha, como en Italia, más específicamente en el Norte opulento, EE.UU. o Brasil. Aquí se trata de que la curva de contagio se distribuya en el tiempo para que no colapse el sistema de salud. Está probado que si no se limita la circulación, hay sectores que siguen su vida como si nada grave sucediera.

Es por abajo

“Estoy usando el aparato del Estado en favor de la gente (…) Sépanlo, vamos a perseguir a todo el que aumente indebidamente los precios de los elementos necesarios para cuidarnos del Coronavirus”, afirmó Alberto Fenández por cadena nacional, posicionándose como un verdadero estadista. Así lo refleja la encuesta realizada por Raúl Aragón y Federico González entre habitantes de CABA y conurbano bonaerense: más del 62% aprueba la gestión del Gobierno; y el 26 no le ve ni como bueno ni malo, de lo que se desprende que, al menos, no lo ven mal. Lo cuestiona sólo el 11% de la población, lo que virtualmente representa casi la totalidad de quienes pueden ser receptivos al Gobierno, porque el resto es un sector de la población casi impenetrable para el Peronismo. El 83% la considera tiene una imagen buena o muy buena del Presidente, y sólo el 6% la cuestiona. Es más, hay medidas que rozan el 100% de aceptación, como la suspensión de clases o el cierre de fronteras (ver entrevista a Raúl Aragón).

Restructuración de la deuda: la quita podría llegar a cerca del 60%, tanto en intereses como en capital; los plazos de gracias se extenderían a cuatro años.

La oposición institucional, gobernadores, presidentes de bloque de diputados y senadores y el Jefe de Gobierno de la Ciudad, se encolumnaron detrás del Alberto Fernández. Si bien es lo mínimo que podían hacer, no hay que dejar de destacarlo. Los referentes políticos de la oposición, quienes no tienen responsabilidad de gestión, actúan como generalmente lo hacen, con irresponsabilidad. Con cinismo y para la prensa, Mauricio Macri le pidió al Presidente que no enfríe la economía; insólito, el Coronavirus da para todo… ¿María Eugenia Vidal, Elisa Carrió, Patricia Bulrich? Bien, gracias.
De igual o mayor dimensión será la crisis económica, tanto a nivel mundial como local, más aún con la precariedad de la situación social recibida. Hace unos días atrás, algunos economistas decían que la pandemia iba a complicar la renegociación con la deuda porque la caída de los bonos habilitaba el ingreso de los fondos buitres para actuar ya sabemos cómo. Hoy, según la información con la que este periodista cuenta, la quita podría llegar a cerca del 60%, tanto en intereses como en capital; los plazos de gracias se extenderían a cuatro años. Ojalá, es lo menos que se necesita para que la crisis no se profundice más allá de límites críticos. Para el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), “el alivio de la deuda necesario debería reducir las necesidades de financiamiento bruto de Argentina a un promedio de alrededor del 5% del PBI, y no superior al 6 % del PBI para cualquier año en el mediano y largo plazo; oscila entre u$s55 y u$s85 mil millones durante la próxima década”. Claro, falta ver si sólo son recomendaciones que le meten presión a los acreedores privados o por una vez también los organismos internacionales y los países centrales se hacen cargo de algo.
Las primeras medidas anunciadas por el Gobierno van en el sentido esperado: inyectar dinero por abajo para dinamizar la economía lo más posible, lo que no significa que vaya a alcanzar, claro. La economía está nuevamente en disputa; o la “salida” es por derecha, por arriba, con más concentración económica a niveles mundial y local, o es por “izquierda”, por abajo, conteniendo a todos y todas. Un sistema de salud que dé respuestas a todos o sólo a los privilegiados, es sólo una de las formas en que esta disputa se manifiesta. La comida diaria, el pago del alquiler para la vivienda o el acceso igualitario a la educación virtual son otras disputas vitales. Un nuevo contrato social como planteaba Rosseau con un “hombre nuevo”, o el sálvese quien pueda del “hombre lobo del hombre”. Quizás, algunas/os defensores de este esquema darwinista, no visualicen aún que ellos mismos pueden terminar siendo uno de quienes no “evolucionen lo suficiente”, y su “no adaptación” a la nueva realidad los “lleve puestos”, más allá incluso de su alto poder adquisitivo.