Chile, otro país que gira a la derecha
La primera vuelta electoral determinó que la oficialista de centroizquierdaJeannette Jara y José Antonio Kast, de la oposición de extremaderecha, disputen la presidencia de Chile, en el balotaje del 14 de diciembre. Si bien Jara ganó el primer turno tras obtener el 26,75% -3.446.854 votos-, frente al 23,96% -3.086.963- de Kast, todo parece indicar que la derecha ganará la segunda vuelta y asumirá el poder el 11 de marzo de 2026.
“La derecha ultra conservadora asecha a Jara con la fácil tarea de tildarla de continuista y comunista, aunque de triunfar Kast estará obligado a negociar”, asegura el magister en comunicación política Mauricio Osorio.
Jara es comunista y abogada, con padres militantes sindicales, y fue funcionaria de los gobiernos de Michelle Bachelet y del actual de Gabriel Boric, ambos de centroizquierda. En el ministerio de Trabajo, Jeannette Jara impulsó la intervención al sistema de pensiones, la reducción de la carga laboral a 40 horas por semana y el aumento al salario mínimo.
Por su lado, Kast es hijo de un alemán que estuvo afiliado al Partido Nazi en su juventud y fue ministro de Planificación del dictador Augusto Pinochet. Ahora José Antonio Kast es crítico del feminismo y del matrimonio gay, y defensor de la dictadura de Augusto Pinochet.
El tercer lugar quedó para Franco Parisi (independiente), que con el 19,8% y 2,55 millones de votos fue la sorpresa. El líder del Partido de la Gente será clave en las próximas negociaciones, sobre todo, en las votaciones en Diputados: en esta elección aumentó de los 6 legisladores que logró en 2021, a 14 congresales. “Nosotros vamos a conversar con la persona que salga presidente para ayudar en lo que podamos. Sobre el apoyo político a Jara o a Kast, ellos tienen la tarea de ganarse mi confianza y la de mis electores». De hecho, Parisi no apoyará a ninguno de los dos candidatos y llamó al voto nulo, luego de una consulta virtual realizada entre sus militantes: un 78% se pronunció por el voto nulo, un 20% decantó por apoyar a Kast y solo 2% lo hizo por Jara.
Una particularidad de esta elección fue que por primera vez el voto no sólo fue obligatorio, sino que la inscripción fue automática –antes era voluntaria-, lo que obviamente redundó en una alta participación ciudadana. Fue la elección con mayor cantidad de votos totales desde la vuelta a la democracia, casi 13 millones y medio de sufragios. En cuanto a participación, esta jornada electoral queda en el tercer puesto histórico (85,3%), frente a una Constituyente y otra presidencial que alcanzaron el 86%.
Todo parece indicar que la ultraderecha tendrá en el balotaje un caudal de votos cercano al 60%.
Para el balotaje, los votos con los otros candidatos de izquierda llegan al 31%, frente a 46.5% logrado en la anterior presidencial, donde terminó ganando Gabriel Boric, precisamente ante Kast. La pérdida es de más de 15 puntos. Por el contrario, esta vez a Kast se sumarían los votos de Evelyn Matthei y Johannes Kaiser, (tercero y cuarto respectivamente) que daría en torno a un 60% de los sufragios. No sólo son las encuestas y el clima político que quedó tras la primera vuelta, todo indica que esta vez la derecha ganará la presidencial.
*El libertario Johannes Kaiser (PNL) –reflejo de Javier Milei en Chile- quedó en cuarto lugar, con 1.796.034 votos, equivalentes al 13,94%, a pesar de que las encuestas lo ubicaban, incluso, disputando el segundo lugar. Evelyn Matthei, también de derecha, pareciera ser la gran derrotada de la jornada: quedó en quinto lugar (12,44%, 1,6 millones de votos), y refleja el desgaste del proyecto de la derecha tradicional en favor de opciones más radicales. como las de Kast y Kaiser. Tanto Kaiser como Matthei ya aseguraron su respaldo a Kast.
Para el escritor Mauricio Osorio, ”la irrupción del voto obligatorio en Chile tuvo como resultado una fuerte derechización del sistema político. Pero una derechización no lineal: la derecha tradicional sufre una derrota estratégica —su candidata queda quinta— mientras la ultraderecha consolida a Kast en la segunda vuelta y gana espacio en el Congreso. Al mismo tiempo irrumpe el Partido de la Gente de Franco Parisi, con su consigna “ni facho ni comunacho”, que expresa un voto anti-política tradicional y se vuelve bisagra, tanto en la Cámara como en la disputa presidencial.
Todo el resto de los candidatos sumaron 3.12% y perdieron, incluso, frente a la sumatoria de nulos, blancos y abstenciones, que llegó al 4%.
Así, a Jara le queda la opción de un cambio de estrategia política para intentar dar vuelta lo que parece una elección más que complicada. Camilo Fuentes, dirigente del partido Frente Amplio de Jara, describe para CovertAction Magazine el proceso que viene: “Vemos en la candidatura de Jara un liderazgo capaz de convocar mayorías y generar acuerdos en pos de las necesidades de la ciudadanía. Prueba de ello ha sido su gestión en importantes reformas durante este Gobierno y también su posición estratégica, a la cabeza de una coalición amplia y plural. Es preciso “territorializar” aún más la campaña; concentrarse en el programa; impugnar a Kast en temas de valores, laborales y económicos; y establecer todas las alianzas y negociaciones posibles con otras candidaturas y, en particular, con el electorado que incluso votó por duros adversarios».


La futura composición de las Cámaras
“El Parlamento queda altamente fragmentado, con una derecha fuerte pero obligada a negociar, ya que no consiguió los 4/7 necesarios para cambiar leyes orgánicas. Y aunque queda un oficialismo debilitado en el Ejecutivo, el comportamiento del progresismo fue refugiarse en el Partido Comunista –con una de las bancadas más importantes dentro del oficialismo-, colectividad que aparece entre las más votadas y con mayor eficacia electoral”, según el análisis del periodista y escritor Mauricio Osorio.
Respecto a la elección de diputados y diputadas, el oficialismo fue la corriente más votada (3,2 millones), pero logró 61 puestos; bajó de 72 a 64 –contando los tres que no debían renovar su banca-. El Partido Republicano de Kast obtuvo 31 escaños; la UDI de Matthei consiguió 18.
Con todo, la suma de los pactos de derechas, Cambio por Chile (PRep, PNL y PSC) y Chile Grande Unido (RN, UDI, Evópoli y Demócratas), aglutina 76 de los 155 diputados, a dos de la mayoría. La derecha tradicional disminuyó su representación, de 53 a 34, respecto de la elección de 2021, y se sitúa casi en la mitad de los 66 que fueron en 2017. Mientras que la lista de la ultraderecha sube de 15 a 42 diputados.
En lo que respecta al Senado, hay una suerte de empate técnico. De los 50 escaños totales, las derechas quedaron con 25 (18 para la lista tradicional y siete para la ultraderecha), mientras que el oficialismo quedó con 20 de la lista principal, tres de los Verdes y Humanistas y dos independientes próximos al actual Gobierno.


El balotaje que viene
El padrón electoral habilitado es de 15,8 millones de personas (de una población de alrededor de 20 millones). El voto chileno en el extranjero representa el 1,0% del total. La Zona Norte concentra el 12% de votantes; la Zona Centro, el 63,4% y la Zona Sur el 23,6%. Las regiones con más votantes son la Metropolitana, incluye Santiago la capital, con el 38,5% del padrón.
“Kast encarna un proyecto de restauración pinochetista, autoritaria y neoliberal, anclado en el discurso de la seguridad pública, el orden y la propuesta de expulsar a 300 mil inmigrantes, Mientras Jara representa la posibilidad de continuidad y corrección del ciclo progresista, intentando articular demandas de seguridad persiguiendo los dineros del narcotráfico mediante su propuesta de levantamiento del secreto bancario, construcción de viviendas sociales y aumento del sueldo mínimo”, describe Mauricio Osorio.
Pensando en el balotaje, la derecha tradicional junto a la extrema derecha sumaron en la primera vuelta el 50,33% de las preferencias y quedaron cerca de su mejor resultado, el 57% obtenido en 1946. En la segunda vuelta probablemente lo alcancen o, tal vez, lo superen. Las encuestas preanuncian un 60% de los votos para Kast.
Por el lado de la centroizquierda, a Jara habría que agregarle los sufragios de Marco Enríquez-Ominami y probablemente de Harold Mayne-Nicholls, esto entregaría un 31%. Mauricio Osorio asegura que “Jara tendrá que ir a buscar parte de ese electorado independiente” de Parisi.
Las redes sociales y plataformas digitales jugaron un rol cardinal, incluso superior a la compra de propaganda en los medios masivos de comunicación convencionales. La agenda política tiene como principal eje la inseguridad, un tema mucho más cercano a los votantes y los discursos de derecha. Incluso Jara tiene que hacer propuestas en torno a una temática que, en general, a la izquierda le resulta incómodo.
Íntimamente vinculado a la inseguridad, aparece en Chile el tema de la inmigración. Con casi 1,9 millones, los inmigrantes son casi el 10% de la población, un 46,8% más que hace cinco años, y unos 336.000 se encuentran en situación irregular. El 55% de los chilenos cree que existen diferencias y conflictos muy fuertes entre ellos y los inmigrantes, 11 puntos más que hace dos años, según el Centro de Estudios Públicos.
Kast pone el énfasis en el control migratorio. “Si alguien no sale voluntariamente y tenemos que buscarlo y expulsarlo, nunca más va a entrar a suelo cileno”, amenaza. En una declaración conjunta de excancilleres de izquieda, denuncian que “las propuestas que se basan en la amenaza de expulsiones masivas, la posibilidad de separación de familias o el confinamiento de personas en recintos de carácter cuasi carcelario, resultan incompatibles con el respeto irrestricto a la dignidad humana y con los estándares del sistema internacional y regional de protección de derechos humanos”.


En ese sentido Jara, contrapone que “hay que hacerse cargo: empadronar obligatoriamente y expulsar a aquellos que no se empadronen, es la clave”. Plantea el fortalecimiento del Sistema Nacional de Migraciones con un empadronamiento biométrico nacional temporal –por seis meses- para identificar a los extranjeros, y, quienes no se sometan a él, serán expulsados del país.
El economista Rafael Agacino, reflexionó para CovertAction Magazine, sobre los proyectos políticos de ambos candidatos: “Respecto de los programas, sirve de muy poco hacer una comparación, Jara los cambia a cada rato, dentro de una perspectiva neoliberal encubierta. Y Kast es el más consistente en ideas neoliberales de austeridad y recorte del gasto público”. Con respecto al resultado de la primera vuelta, agrega: “Es un proceso que tomó mucho más tiempo que el solo gobierno –actual- de Gabriel Boric. Desde 1990, con el retorno de las administraciones civiles, y producto de la salida pactada “por arriba” de la tiranía de Pinochet, las relaciones sociales propias del régimen capitalista neoliberal se intensificaron a través del Estado y del sistema político institucional. De este modo, los gobiernos no derechistas fueron adoptando la agenda y políticas de la derecha y sus representados, los grandes grupos económicos y corporaciones de dentro y fuera del país. Con el tiempo, las diferencias entre los dos bloques políticos que se alternan en –la Casa de Gobierno- La Moneda (imitando el sistema político anglosajón, y en particular el estadounidense) naturalizaron la imposición de programas de matices invisibles. Paralelamente, con la excusa de la gobernabilidad y la paz social, fueron cooptadas las direcciones de las centrales sindicales y sociales, fragmentando en mil pedazos el movimiento popular. Ello redundó en una despolitización de la población, en su sentido tradicional, y una brutal desconexión entre la clase política y las comunidades. Chile ha sufrido una “gremialización corporativa” alienante y concentrada en el productivismo, el disciplinamiento laboral, el no reconocimiento de la clase trabajadora, la multiplicación del consenso pasivo, frente a un orden establecido estructuralmente desigual y elitista”. Así, Agacino concluye que “el gobierno de Boric sólo fue la reiteración del modelo anterior. Y Jara no puede desprenderse de un Gobierno del que formó parte orgánicamente. Los resultados favorables para el “Pinochetismo” son producto también de la pérdida de sentido de proyectos ligados al socialismo democrático”.
Como Argentina, Perú, Ecuador, Paraguay y más recientemente Bolivia, otro país Sudamericano como Chile se encamina a posicionarse en el bando de la derecha conducido por Donald Trump. Deo otro lado se encuentran países poderosos como Brasil y México, además de Colombia Uruguay, y, por ahora, Venezuela, pero cada vez son menos las naciones que apuestan por un proyecto nacional y soberano.
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