Panorama Político: de las batallas, a la guerra
El Gobierno Nacional enfrenta actualmente “la” batalla: la renegociación de la deuda externa. Ésta es central para la disputa de un proyecto de país entre dos modelos que históricamente se encuentran en pleno empate de hegemonías: uno nacional y popular, y otro neoliberal y restrictivo. Los bandos en disputa de esa “guerra fría” cuentan cada uno con sus aliados: en el primer caso, el voto popular que le dio la victoria en primera vuelta. En el segundo, los poderes fácticos, el económico y financiero, el judicial, el de los medios de comunicación hegemónicos. Además, si bien en esta oportunidad perdieron las elecciones, no hay que olvidarse que la derecha gobernó 2016-1019 elegido por ese mismo voto popular, y se retiró con el apoyo del 40% del electorado, pese a haber hecho una de las peores gestiones de la historia argentina. Esto es: no se fueron como en 1983 o 2001, escapándose y sin poder hablar por los medios de comunicación. Es más, muchos,as de los funcionarios recientes también lo habían sido en aquellos años, y ahora pueden despacharse públicamente a gusto, cuando deberían sentir vergüenza y llamarse a silencio. De hecho, una de las principales referente de ese espacio, Patricia Bullrich, fue seleccionada por Mauricio Macri como presidenta del PRO y su vocera oficial. Es ella quien habla en nombre de “la” oposición. En 2001, como ex ministra de Trabajo, no tenía crédito social.
Alberto habla tanto de cerrar “la” grieta, de Argentina Unida, porque es necesario que esa tregua le juegue a favor para ganar tiempo y poder para reconstruir el país.
El ex presidente Mauricio Macri reunió a la mesa chica del PRO para mostrarse fuerte frente a sus rivales internos, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. Hasta ahí, y por ahora, le da. En la semana, haría algo similar con todo Juntos por el Cambio. En cuanto a la hegemonía de su liderazgo en la oposición y al tiempo de duración, veremos…
Alberto y Cristina Fernández, en particular, y el Gobierno en general, conocen a la perfección esa precaria correlación de fuerzas, en un país que, además, está condicionado económica e internacionalmente. Por todo ello, “las batallas políticas” no pueden darse todas juntas. Y Alberto habla tanto de cerrar “la” grieta, de Argentina Unida, porque es necesario que esa “tregua” le juegue a favor para ganar el tiempo y el poder que necesita para reconstruir el país. Es indispensable que esas “ batallas políticas” las dé de a una. De esa manera tendrá más posibilidad de ir ganándolas, y así irá ampliando su base de sustentación política. Si diera varias a la vez, los riesgos de perderlas serían mayores, y el costo político de cada derrota erosionaría su poder. Hoy da una, y no es menor, es la condición necesaria para dar las demás: sin soberanía política ni independencia económica, no podrá haber justicia social. En este caso, el orden de los factores sí alteraría el producto. Sin poder político no se puede modificar el status quo. Es sólo uno “el” poder con el que cuenta el Frente de Todos, el político, el resto de los poderes son inmutables, siempre juegan para el mismo lado por más que cambien los gobiernos.Por ejemplo, el Poder Judicial, que es uno de los sectores con peor imagen pública. No obstante, los jueces fiscales ya comenzaron a atrincherarse cuando se comunicaron el proyecto para terminar con sus jubilaciones de privilegio, o con las ideas para la reforma judicial, en particular la federal. Es la “familia judicial” que busca preservar su poder que considera “natural”: será normal, común, pero no natural, se puede, y debe, modificar.
Algo similar sucede con “El Campo”, así presentado, con mayúsculas y en singular. Es uno y no se debería tocar, (supuestamente). Ahí también están en pie de “guerra” los aliados de la Mesa de Enlace, en defensa de sus privilegiados “derechos adquiridos”. Esperan, por ahora, arriba de sus 4×4 al costado de las rutas.
En la “batalla” por el aborto legal, seguro y gratuito, se juega el poder de la Iglesia. Menos homogéneo que en otras épocas, no por eso es de descuidar. Ya armaron para marzo “su” procesión “celeste”. Les sirve hacia adentro (de la comunidad Católica, Apostólica y Romana) y hacia afuera (en “su” disputa con los evangelistas para no quedar rezagados). Así como la marcha “verde” de la semana no fue oficialista pero le “garpó” al Gobierno, aquella le restará.
“Una buena estrategia de guerra”: en política es difícil ganar una guerra dando todas las batallas a la vez; es necesario darlas de a una.
Por el contrario, esta semana se cumplió un mes del terrible y cobarde asesinato del joven Fernando Báez Sosa. Una conmovedora movilización acompañó a la familia en el indispensable pedido de justicia. En términos políticos generales, es una marcha por “seguridad”, a priori, un bastión de la derecha. Así fue que se permitieron reaparecer en público el (no) ingeniero Juan Carlos Blumberg, padre de otra víctima de un asesinato durísimo, e Iván Cutzarida, un personaje menor exponente bizarro de la mano dura. En realidad, la derecha nunca soluciona los problemas por la falta de seguridad, pero se las arregla para que ése sea “su” palo. Si bien técnicamente no fue una “marcha opositora”, está claro que en el mediano plazo estos temas no benefician al Gobierno. La batalla cultural es otra de las que hay que dar, “todo en su justa medida y armoniosamente”.
Por último, también, esta semana se les puso un tope del 55% (alto, claro está) a las gigantescas tasas que cobran los bancos por los intereses de las tarjetas de crédito. Lo que se presenta como indispensable para que haya posibilidad de una reactivación económica. Pero no parece recomendable ir más allá contra el sistema financiero en este momento, al menos hasta que no se resuelva lo que hoy suena como la contradicción principal: la deuda externa.
En esta táctica de guerra, el Gobierno mostró esta semana el apoyo de un aliado coyuntural (y sorpresivo), el FMI: “”La deuda de Argentina no es sostenible (…) no es económicamente ni políticamente factible” pagar la deuda a los bonistas privados. Y solicitó que no sólo modifiquen los plazos de vencimientos, sino que acepten una quita en los intereses, en el capital, o en ambos. Al tiempo que el FMI repitió que el organismo no acepta rebajas en sus préstamos, donde tiene total responsabilidad, una en contra del Gobierno, sugiere que lo hagan los privados: una a favor del Gobierno.
Todo está en plena negociación, con todo lo que una negociación implica, y más con estos grupos de poder del otro lado de la trinchera. Justamente por ello, es necesario “una buena estrategia de guerra”. En política es difícil ganar una guerra dando todas las batallas a la vez; eso es sólo patrimonio de las revoluciones. En los programas de tinte reformistas es necesario darlas de a una. Gobierno que gana una batalla, sirve para otra, y para otra… Así, con mucha paciencia y tiempo, preservando la unidad del campo popular propio, el Frente de Todos, ampliándola si fuese posible, se podrá reconstruir el país y aspirar, alguna vez, a ganar la guerra histórica: romper el empate de hegemonías, con un proyecto de país inclusivo que se consolide superando los vaivenes políticos temporales.